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CAPITULO 1
Cuando a alguien lo único que tiene ganas de hacer es llegar a casa y poner la múscia a todo volumen en los cascos y tumbarse en la cama a escucharla quiere decir que está cansada de todo, cansada de esperar a hacer algo bien para sus padres, cansada de escuchar a sus compañeros de clase, cansada de ser la tonta del colegio,... bueno cuando encuentres a alguien asi me lo presentas que yo solo me conozco a mi misma.
- ¡Desireeeeeeé!- ni con eslos, la puerta cerrada y tumbada en mi cama se callan la boca y dejan de llamarme a boces. -Ya voy- me bajé de la cama, me puse mis zapatillas azules y fui a la cocina, la casa no es muy grande, tiene tres habitaciones blancas, la de mama y papa con su cama, su armario, una estanteria con el baúl de papa, la TV, los CDs y cosas de mama, el comodín de mama, con sus papeles y las mesitas de cada uno a los laterales de la cama; la habitación de mis hermanas con sus camas: una toda rosa, sus almohadas rosas, el cobertor rosa e incluso los muñecos rosas, y la otra todo amarillo, con sus almohadas, cobertor, muñecos y todo amarillos. Y luego está mi habitación, la mia es de lo que quiere mi familia, pero aún así hay alguna cosa de mi color: azul, me encanta este color, es relajante, sincero, el color de la amistad, mi color favorito. -Vamos a ir a comer fuera para celebrar nuestro aniversario, espero que no rompas nada. -No mama. -Lo que yo dije, nosotros nos vamos ya, te haces algo para cenar y haz algo útil, a ver si aprendes un poco de tus hermanas y las apruebas todas de una vez, y m haces mas caso. Después de eso, bajó a la calle, se subió al coche y se fueron. Todavia no me lo creía, no podía ser real, tenia que ser una broma, se van a ir un par de días y me van a dejar sola...Dios, por fin un poco de tranquilidad. Me volvío a doler la cabeza, era como si una orquesta de tambores y platillos en el centro de mi cabeza, no aguantaba este dolor, lo único que me satisfece a veces es relajarme leyendo o escuchando música o las dos cosas, asi que me fuí a mi habitación, me tumbé en mi cama. Estaría tumbada unos 10 minutos más o menos, antes de quedarme dormida...
Estaba tumbada en algo blando y húmedo, abrí los ojos poco a poco, me molestaba la claridad, no sabía donde estaba, recordaba haberme quedado dormida en mi cama después de que me doliera mucho la cabeza... entonces recordé que ya habia estado antes alli, un frondoso bosque verde, marrón y de colores donde hay flores, también algo de cielo azul donde las altas copas de los árboles dejaban ver su maravilloso color. Pero no es lo único que recordé, unos ojos negros como el carbón con un aro dorado al rededor, una voz cautivadora, masculina, seductora,... -Has vuelto..- esa voz, cada vez que pensaba en ella venia a mi como si supiera que estaba pensando en él, como si me estubiera vijilando la mente, como supiera cuando interrumpir o cuando dejar hablar y escuchar, cuando no hacer caso, cuando preocuparse o cuando dejarte en paz, cuando... ser tú mismo. Recordé todas las veces que vine aqui gracias a la inconsciencia del dolor de cabeza que ultimamente era mas a menudo, y el cansancio, también. Alex, si se llama Alex, y se lo cuento todo, es como el mejor y único amigo que tengo aunque solo exista en mi mente, se que se lo puedo decir y que no va a pasar nada, que me comprende o no depende de lo que le diga, pero que me va a ayudar eso lo si que lo hace siempre pase lo que pase. -Me he vuelto a dormir... -Pues despiertate.-Ultimamente me lo dice más a menudo como si quisiera que desapareciera de su "vida", pero un dia se lo pregunté, no fue esa la razon que me dio, mas bien me dijo que un dia muy cercano me despertaria y todo cambiaria drasticamente, le dije que no queria perderle, y me respondio "yo a ti tampoco, pero te quiero conocer en persona real, poder despertarme y saber que en mi vida real estaras a mi lado, que no tendre que dormirme para estar a tu lado, para ver esos ojos tan maravillosos, esos labios, para poder abrazarte y protegerte."Después de que pronunciara esas palabras me qede extrañada, bloqueada y más aún cuando se acercó poco a poco como pidiendome permiso, pero yo no podia hacer nada, estaba helada, petrificada, acababa de decir que se preocupaba por mí, que yo le importaba. Después de ese momento, de que se acercara más a mí, pero no lo suficiente como para poder tocarme me desperté. Y hasta ahora no me habia vuelto a dormir o caer en la inconsciencia. -La última vez que dijiste eso estabas un poco más cerca- no se por qué die eso, pero ahora ya no habia vuelta atrás, aqui es como si hubiera perdido toda mi verguenza, todos mis miedos. Sacó esa sonrisa que tanto me gusta de él, esa que saca esos maravillosos hoyuelos, esa que me hace querer juntar mis labios a los de él; y dá un par de pasos para colocarse mucho más cerca de mi cara, tanto que nuestras caras, si él se agachara un poco, estarían a la misma altura. -Así estabamos más o menos, ¿no? Pero prefiero hacer lo que estoy pensando y llevo queriendo desde que te vi la primera vez.... en la vida real, asi que por favor despiertate.....- Entonces, me besó en la frente, yo cerré los ojos cuando sentí sus cálidos y suaves labios rozándome la frente.
Justo después de eso, como si me hubiera impulsado a la realidad abrí los ojos y estaba en mi cuarto, tumbada en la cama, tapada con mi manta blanca con flores amarillas y azules en los extremos, me la había regalado mi abuela Tita, es muy caliente, siempre que me encuentro mal o tengo frío la cojo, porque me hace recordarla, pensar en cuanto me queria y lo bien que me sentía cuando estaba conmigo. Hasta ahí no pasaba nada malo, pero cuando me dí cuenta de que en mi mano había una hoja me extrañé, no recordaba haber cojido ningún papel. Levanté la mano y la abrí, lo que había ahí, no era un papel ni una hoja, sino una foto, en ella salíamos Alex, en su bañador, con su gran sonrisa y rodeandome con su brazo, yo estaba con el bikini, también sonreía, pero la mía no era tan mágnifica como la de él, sonreía por sonreir, nunca salía bien en las fotos y procuraba estar lo mejor posible. Recuerdo aquel sueño, Alex me enseño que y manejaba el orden del sueño, de lo que iba a pasar y del lugar en él que estabamos, así que cerré los ojos y pensé en una gran piscina hasta arriba de agua, también cambié los baqueros de Alex por un bañador y mi vestido azul corto por un bikini del mismo color. Nos pasamos todo el sueño nadand, jugando con el agua, haciendondonos ahogadillas...Pero... -Esto no puede ser- Me levanté de la cama, me puse las zapatillas y me miré en el espejo que tengo en la habitación, está al lado del armario, es un poc más alto que yo, 1.73 más o menos, y también un poco más ancho. Cuando me miré en él confirmé lo que sospechaba, el vestido negro por encima de la rodilla que hice que apareciera hoy en mi sueño seguia puesto en mi cuerpo. -No me lo puedo creer, esto es imposible.- leí la parte traserade la foto, aparecía algo escrito.-<<Espero que esto te haga cambiar de idea, soy real y este lugar, en el que siempre nos reunimos también, si algún día puedes venir aqui, me podrás devolver la foto en persona, la quiero de vuelta, es lo único que tengo de tí. Un beso, Alex. PD. profundidades del bosque Wolfman>>. En cuanto lo leí, fuí hacia el ordenador que estaba encima de la mesita, entre en google y busque ese bosque, cuando en la pantalla salio información sobre él, apunté todo lo que pude, donde estaba, la temperatura que hacia, los habitantes que hay,... Cuando tube todo lo que necesitaba para llegar hasta alli, cogí una mochila, meti ropa, el dinero que tenía ahorrado, agua, algo de comida, mi manta preferida, el telefono y su cargador y mis tres libros favoritos, romántica o de fantasía en los que se sabe que no puede pasar, pero te lo imainas, te metes en el papel del protagonista, sea chico o chica, sea humano o no. Dejé una nota en la que decía que me iba, que no me buscaran. Cuando llegué a la estación de tren faltabán aún 10 minutos para el próximo viaje, asi que m e senté en uno de los bancos, saqué un de los libros, y lo abrí por la pagína por la que iba. CAPÍTULO 18 Habían pasado dos días más, y la búsqueda seguía sin dar sus frutos. Maestro y Shennon se turnaban para visitarlos dos veces al día y nunca traían buenas noticias. —Seguramente ya no se encuentre por aquí —comentó Ulick a Shennon, que asentía. —Vamos a cancelar la búsqueda. —Maestro tenía brazos cruzados, apoyado en la pared más cercana a la cama. Su barba disimulaba su expresión, salvo el ceño fruncido—. Nos centraremos en mejorar la seguridad, para que no vuelva a ocurrir. Así podremos cogerle si se atreve a actuar de nuevo… —Espero que así sea. —Ulick se mostró afectado por esa noticia. Esas palabras fueron las últimas que se dijeron en la habitación hasta que Shennon y Maestro se fueron. Cuando los dos chicos se quedaron solos se miraron, preocupados. —¿Crees que…? —¿Que volverá? Sí. Pero yo ya no estaré aquí. —No creo que sea conveniente que andes lejos de aquí solo, Ulick. —No tengo miedo, Álex. —Se levantó y se asomó por la ventana—. Además, aún debo averiguar muchas cosas sobre… —calló—. Sobre eso. Álex asintió, dando a entender que lo había comprendido. Estuvieron en silencio durante unos minutos, pensando cada uno en sus cosas. Álex se examinaba su herida procurando no tocarla: tenía mucho mejor aspecto que el último día. —Creo que ya es hora de que probemos a andar un poco, ¿no crees? Tienes que fortalecer esa pierna o te seguirá doliendo. Había intentado aplazar ese momento todo lo posible, por miedo al dolor, aunque tenía que reconocer que se sentía inválido y muy dependiente en ese estado. Ulick le ayudó a incorporarse y sentarse en la cama, siempre pendientes de la herida: que los puntos se abrieran era un riesgo muy pequeño a esas alturas, pero posible. —He traído un bastón para que puedas apoyarte. —Se lo pasó, apartándose un poco de él—. Vamos, inténtalo. Álex lo hizo. Sentía que había perdido mucha fuerza en la pierna, y que esta no le soportaría si soltaba la muleta. Ulick iba cerca de él por si surgía cualquier contratiempo. Los pasillos estaban vacíos de gente. Aunque aún se respiraba en el ambiente el luto y la pena por la pérdida, todo el mundo estaba en el exterior, paseando, entrenando y disfrutando después de tantos días de búsqueda agotadora. Salieron al patio principal. Ulick buscó a alguien con la mirada, sin dar con él. Con una voz llamó a un novato que pasaba por allí, el cual fue corriendo hacia el veterano. —¿Y Maestro? —preguntó Ulick. —No lo sé, señor —contestó con extrañeza. —¿Y Shennon? El muchacho se encogió de hombros por respuesta. Ulick le dio las gracias y le mandó retirarse, y se quedó pensativo durante unos segundos. Álex le observaba. —¿Qué ocurre? —acabó preguntando. Ulick volvió de su ensimismamiento, negando con la cabeza. —Nada, nada… Sigamos paseando. ¿Qué tal va tu pierna? —Me duele la herida al cargar el peso en ella. —Álex echó a andar con el bastón. Decidió no insistir más en el tema, aunque no fue por falta de interés. Continuaron por las salas y pasillos, evitando los lugares concurridos. Todo el interior de la fortaleza estaba en silencio, y Álex pudo ir andando a su ritmo, sin molestar a nadie con su cojera. Ulick iba delante de él, callado. Aun viéndole de espaldas, Álex sabía que algo le inquietaba. No se dirigían a ningún sitio en particular, simplemente se dejaron guiar a donde sus pasos les llevaban. En ese momento, recorrían un pasillo poco iluminado y prácticamente desierto. Eran lugares que Álex nunca se había molestado en explorar, pero que Ulick conocía bien. La mano de su compañero en su pecho le detuvo; la sintió fría. Ahora era lo único que sentía. Se detuvo de golpe, aguardando alguna indicación de su compañero. Ulick mantuvo la mano en tensión, escrutando el pasillo enfrente de él. —¿Has oído eso? —le preguntó en un murmullo apenas audible. —N… -Llegada del tren con destino Wolfman.- Una voz metálica y potente informaba de que estaba apunto de llegar s tren. Guardé el libro cerré la mochila, la puse y me dirigí hacia el andén. Justo cuando llegué empezarón a bajar los pasajeros del tren, cuando se quedo bacio, ya que solo bajaron dos personas, subí, saque el dinero y pagué. El tren estaba bacio excepto por un anciano de larga barba blanca y cabello del mismo color, con ropas viejas y un baston que estaba al final. Me dirigí hacia alí, ya qe me disponía a leer hasta que llegara. Retomé el capitulo por donde estaba, me encanta este libro, me lo recomendó mi mejor amiga, para mí sempre fue muy especial, fue la única que me comprendió, que me escuchó, que me respetaba, que me ponía de los nervios a veces pero que siempre me sacaba una gran sonrisa de los labios, esté molesta o simplemente triste, o alegre y intusiasmada. Siempre quise mucho a Irene, pero poco antes de su decimoveno cumpleaños se fue, simplemente desaparecio, nunca supe por que se fue, por que no me respondió a las llamdas ni a los mensajes, por que no me dijo a donde se fue. Me puse los cascos, el volumen lo más alto que pude sin que molestara al señor que estaba a mi lado; puse mi cantante favorita: Taylor Swift, con mi cancion favorita: Shake it off. Abrí Mis alas por un beso de Ana Conejo y me puse a leer. Iba a contestar que no, cuando lo escuchó: un ruido muy débil, lejano, que sin embargo hizo eco en las cavidades del Refugio. Ambos permanecieron atentos, totalmente en silencio, hasta que sonó por tercera vez, mucho más alto y claro. Era un grito, más parecido a un gemido de dolor, como una voz amortiguada por algo. Esta vez sí pudieron descubrir de dónde venía, y hacia allí se encaminaron lo más rápido que pudieron. Estaban a bastante distancia. —Ve tú, Ulick —acabó diciendo Álex, presionando con la mano la herida, dolorido —. Lo único que hago es retrasarte, y puede que sea urgente. Ulick se detuvo y se dio la vuelta. —Álex, estás herido y puede haber peligro cerca. —Hablaba en susurros, como si temiese que averiguaran su posición —. No voy a dejarte tirado en mitad de este pasillo. Iremos a tu paso; tú simplemente no fuerces demasiado, ¿de acuerdo? —Pero… —Hazme caso de una vez, Álex. —Más que imponerse, Ulick trataba de convencerle por las buenas. Álex acabó asintiendo. No era momento de discutir. Continuaron su camino un poco más despacio, prestando atención a su alrededor. El ruido ahora era casi perceptible, aunque ellos lo seguían escuchándolo con claridad. Su oído les llevó hasta una puerta ancha y recia: era el acceso al sótano. Aquello les preocupó aún más; no había duda de que no iban a encontrar nada bueno si bajaban, pero se miraron y llegaron a un acuerdo visual. Alguien podía estar en peligro ahí abajo, y ellos debían ayudar. Eran los únicos que podrían ayudar. Ulick cogió el pomo y abrió la puerta con lentitud para evitar que chirriase. Ambos aguantaban la respiración, con los cinco sentidos alerta, aunque Ulick conseguía disimularlo mejor. Álex se preguntaba cómo se iban a defender si los agresores estaban armados; si su compañero había pensado lo mismo que él o no, no lo sabía, pero por lo visto no era algo que le preocupase. Comenzaron a bajar la escalera con pasos mudos, observando lo poco que las antorchas, clavadas a la pared, dejaban ver. La voz se oía más clara a cada escalón, y el olor a humedad y a aire viciado se hacía cada vez más penetrante. Ulick encabezaba la marcha, comprobando cualquier escondrijo, cualquier sombra en la que pudiera esconderse un agresor. La escalera murió en un pasillo sin salida. Una única puerta se veía al final de este, de donde surgía el ruido. A Álex ya le habían intentado matar una vez, y no paraba de mirar a todas partes con desconfianza y miedo.
—Deberíamos pedir ayuda, Ulick —le sugirió al oído, pues se había arrimado inconscientemente a su compañero.
Este negó con la cabeza, sin apartar los ojos de la puerta. Justo cuando iba a decir algo, se escuchó un nuevo sonido en el interior. Eran voces; esta vez claras, no amortiguadas por nada. Dos personas distintas que hablaban entre ellas. Álex no alcanzaba a entender lo que decían, pero por lo visto Ulick sí. Por eso, sin avisar a Álex, se lanzó decidido hacia la puerta y la abrió sin dudar. Ulick se quedó allí plantado, delante del umbral; aun así, Álex pudo ver el interior con más claridad de la que hubiera deseado. La habitación se hallaba completamente vacía, excepto por las personas que la ocupaban. Álex reconoció al instante a una de ellas: era el asesino y su agresor y, por lo visto, también el autor de las voces que habían oído. Estaba arrodillado en el suelo, con las manos a la espalda, maniatado y amordazado. Parecía herido y débil. Justo detrás de él se encontraba Maestro, con un rostro oscuro, inexpresivo, que se quedó clavado en la retina de Álex. El anciano portaba un hacha en la mano. Y la estaba levantando. Shennon, alejado de ambos, fue el único que se volvió hacia la puerta cuando se dio cuenta de que estaba abierta. Todo sucedió en décimas de segundo, escenas fugaces repletas de significado. Alguien gritó con fuerza, una voz que desgarró el aire para frenar las intenciones de Maestro. Había sido Ulick, el mismo que cerró la puerta antes de que el hacha empezara a caer sobre las alas del muchacho. Cuando asimiló lo que estaba viendo, Álex se apoyó en la pared, porque le habían abandonado las fuerzas. Ulick se volvió y se derrumbó en el suelo, con la espalda contra la puerta y las piernas flexionadas, ocultando su rostro en sus manos y hundiendo los dedos en él. El grito se transformó en un gemido que dio paso a su vez a un débil llanto, al tiempo que detrás de ellos, en la habitación, nacía un terrible alarido de dolor, señal de que el hacha había llegado a su destino. Ulick se revolvió como si aquel grito hubiera producido una descarga eléctrica en su cuerpo. Después, el silencio. Álex tenía la piel cubierta por un sudor frío, sentía su corazón palpitar aceleradamente y la respiración agitada; en algún momento, no sabría decir cuándo, había caído al suelo, incapaz de mantenerse de pie. Se volvió hacia Ulick con miedo y angustia. Él seguía en la misma posición; sus manos y todo su cuerpo temblaban, conteniendo el llanto. Se escuchó el sonido metálico de la cerradura de la puerta, lo que hizo que Ulick se levantara presto, apartando las manos de su cara y dejando a la vista un rostro surcado de lágrimas que no intentó disimular. Fue Shennon el que salió primero; sabía muy bien hacia quién quería dirigirse primero; afligido, hizo ademán de acercarse a Ulick, que se echó más para atrás inmediatamente. —¡Aléjate de mí! —le gritó, sin dejar de llorar. Le faltaba el aire y le costaba conseguirlo —. ¡Di a Maestro que salga! —Shennon se quedó clavado en el sitio, por lo que hinchó el pecho y rugió—: ¡¡¡Dile que salga!!! No necesitó decirlo más veces: salió arrastrando con él al muchacho, aún vivo, y miró a Ulick con un rostro pétreo. Luego dejó al muchacho arrodillado en el suelo, ya con la raíz de sus alas vendada con una gasa teñida de sangre. Ulick, que había recuperado parte de su coraje frente a Shennon, se volvió a derrumbar al ver al muchacho, el cual estaba a punto de desvanecerse y se esforzaba por no caer al suelo. Se dejó caer de rodillas y se arrastró hacia el muchacho, de nuevo presa del llanto, y con las pocas fuerzas que aún le quedaban, cogió su cabeza entre sus manos. —¿Por qué? —susurró Ulick, mirándole a los ojos —. ¿Por qué lo has hecho, Javier?
Maestro cortó las cuerdas que ataban a Javier con el cuchillo. El muchacho dejó caer sus brazos y se agarró a los hombros de Ulick para evitar caerse. ¡Ahora lo entendía todo! Ahora entendía las palabras de Ulick, su preocupación por encontrar al tercer desaparecido… ahora lo entendía, cuando ya era demasiado tarde. —¿Por qué lo hiciste, hermano? —Ulick se enjugaba las lágrimas mientras hablaba
—. ¿Por qué te fuiste? Pese a su estado, Javier se contagió del lloro de su hermano; Álex también tenía los ojos húmedos. —Me voy a convertir en un monstruo… —Era la primera vez que escuchaba hablar al muchacho desde la noche en que casi le mata; sin embargo, su tono pareció más seguro, más grave ahora —. Yo… yo no quería esto, Ulick…
Ulick acariciaba el pelo de su hermano desesperadamente.
—¿Quién te hizo esto?… —Su voz se quebró sin terminar. Cogió aire con dificultad —. ¿Por qué lo hiciste?… Para sorpresa de todos, Javier sonrió, quién sabe si de pena, de melancolía o de felicidad, pero miró a su hermano, y con voz muy clara lo dijo: —Por ella, hermano. Por ella. Ulick no supo reaccionar en ese momento, pero tanto él como Álex sabían a qué se refería. El hermano mayor no añadió nada más; solo abrazó fuertemente a su hermano, acercándolo a él. Javier le correspondió, apoyando con cariño la cabeza en el hombro de su único familiar.
—Te quiero, Javier —dijo en alto Ulick, recomponiendo su voz—. Y lo siento por esto… lo siento tanto…
Toc, toc, toc, alguien me golpe suavemete en el brazo, se quita los cascos, no me habia dado cuenta de que el anciano de la barba estaba al lado mío, realmente me estaba golpeando en el brazo para que me quitara los cascos. - Perdone señorita, sé que no es de mi incunvecia, pero ¿a dónde se dirigue ? Parece una buena persona,o no, no se por qué lo pienso pero lo que se dice de que puedes intuir como es la gente con poco que hables con ella o que veas lo que hace, siempre supe como eran, si eran buenas personas o malas, si eran atentas o despistadas; no sé cuál es la razón de que sepa cmo es la gente, ni como lo sé. Pero este señor no es como todos los demás, no consigo averiguar las intenciones del misterioso hombre. Lo extraño para mi en este hecho no es solo esto, sino que al principio tampoco supe como era Alex. Al principio pensaba que era por cula de que estaba soñando pero... ahora no estoy tan segura. -No importa, voy a Wolfman.- Le sonreí, y me volví a poner los cascos, pero guardé el libro, no me apetecía leer más, aún quedaban 2 horas para llegar.
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